[ESPAÑOL ABAJO]
Capitalism is the system we currently live under. It is a brutal system. As Marx said, “Capital comes dripping from head to toe, from every pore, with blood and dirt.”
Under capitalism a small group of people—the capitalist class—owns the means of production: the factories, machines, land, and technology. Everyone else, the working class, must sell our labor to survive. This is not a matter of choice. If you do not work, you do not eat. If you do not obey, you are replaced. It is a system built on dependence, not freedom.
Under capitalism, production does not happen to meet human need. Things are not made because people need them. They are made to be sold for profit. If it won’t sell, it won’t be made. Food rots while people go hungry. Apartments sit empty while people sleep in the streets. Human need is irrelevant. Profit is the only law.
Profit comes from exploitation. Workers create value, but they are paid only a fraction of what they produce. The rest is taken by the capitalists. This difference is called surplus value. It is the heart of capitalist wealth. Capitalists claim they deserve it because they “own” the factory or “took the risk.” But they do not work. They live off the labor of others.
Capitalism constantly produces inequality. It does not just happen between countries. Every capitalist society has rich and poor. Even in the richest nations, millions live in poverty while a few own private jets and islands. Capitalism needs this inequality. Without it, there is no pressure to work for low wages, no army of unemployed to threaten workers with replacement, no pool of desperate labor to exploit.
Capitalism depends on divisions. Racism and sexism are not errors—they are tools. By dividing workers, capitalists can pay some less, deny them rights, and use them as scapegoats. Racism allows super-exploitation of racialized labor. Sexism does the same to women and gender minorities. These forms of oppression are old, but capitalism modernizes and maintains them. They keep the working class weak and profits high.
Racism is used to try to keep workers from seeing that we are all part of the same class. That we are the vast majority. We can overthrow them and take power.
War is also a product of capitalism. Because the system is based on competition—between companies and between states—conflict is inevitable. Modern wars are not fought for honor or defense. They are fought over oil, markets, trade routes, and control. Workers are sent to die for the profits of our ruling class. Capitalist states are not neutral—they exist to serve capital.
Some people say capitalism can be fixed. They talk about making it greener, or more equal, or more democratic. But this is impossible. Capitalism is not a system of greed—it is a system of laws, contracts, and property. It cannot be “regulated” into justice. Attempts at reform either fail, are reversed, or are turned into new ways to exploit.
Communists reject capitalism completely. We do not want better bosses. We want no bosses. We do not want fairer wages. We are fighting to end wage slavery.We do not want better distribution. We want to end private ownership altogether. Communism means a world where production is for need, not profit. Where communities plan together. Where work is shared and voluntary. Where racism, sexism, borders, and exploitation in general have no role or reason to exist.
This vision is not a dream. It is a necessity. The world under capitalism is dying—from war, from climate collapse, from inequality. Only by ending the system at its root can we build something new. We do not want to manage capitalism. We want to end it.
[TRADUCCIÓN PROVISIONAL]
El capitalismo es el sistema bajo el que vivimos actualmente. Es un sistema brutal. Como dijo Marx: «El capital viene empapado de sangre y sudor, de la cabeza a los pies, de todos los poros».
Bajo el capitalismo, un pequeño grupo de personas —la clase capitalista— posee los medios de producción: las fábricas, las máquinas, la tierra y la tecnología. Todos los demás, la clase trabajadora, debemos vender nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir. No es una cuestión de elección. Si no trabajas, no comes. Si no obedeces, te sustituyen. Es un sistema basado en la dependencia, no en la libertad.
Bajo el capitalismo, la producción no se realiza para satisfacer las necesidades humanas. Las cosas no se fabrican porque la gente las necesite. Se fabrican para venderse y obtener beneficios. Si no se vende, no se fabrica. La comida se pudre mientras la gente pasa hambre. Los apartamentos están vacíos mientras la gente duerme en la calle. Las necesidades humanas son irrelevantes. El beneficio es la única ley.
El beneficio proviene de la explotación. Los trabajadores crean valor, pero solo se les paga una fracción de lo que producen. El resto se lo quedan los capitalistas. Esta diferencia se denomina plusvalía. Es el núcleo de la riqueza capitalista.
Los capitalistas afirman que se lo merecen porque «son dueños» de la fábrica o «asumieron el riesgo». Pero ellos no trabajan. Viven del trabajo de los demás
. El capitalismo produce constantemente desigualdad. No solo ocurre entre países. Toda sociedad capitalista tiene ricos y pobres. Incluso en las naciones más ricas, millones de personas viven en la pobreza, mientras que unos pocos poseen aviones privados e islas.
El capitalismo necesita esta desigualdad. Sin ella, no hay presión para trabajar por salarios bajos, no hay un ejército de desempleados que amenace a los trabajadores con ser sustituidos, no hay una reserva de mano de obra desesperada que explotar.
El capitalismo depende de las divisiones. El racismo y el sexismo no son errores, son herramientas. Al dividir a los trabajadores, los capitalistas pueden pagar menos a algunos, negarles derechos y utilizarlos como chivos expiatorios.
El racismo permite la superexplotación de la mano de obra racializada. El sexismo hace lo mismo con las mujeres y las minorías de género. Estas formas de opresión son antiguas, pero el capitalismo las moderniza y las mantiene. Mantienen débil a la clase trabajadora y altos los beneficios.
El racismo se utiliza para intentar que los trabajadores no vean que todos formamos parte de la misma clase. Que somos la gran mayoría. Que podemos derrocarles y tomar el poder.
La guerra también es un producto del capitalismo. Como el sistema se basa en la competencia —entre empresas y entre Estados—, el conflicto es inevitable. Las guerras modernas no se libran por el honor o la defensa. Se libran por el petróleo, los mercados, las rutas comerciales y el control. Se envía a los trabajadores a morir por los beneficios de nuestra clase dominante.
Los Estados capitalistas no son neutrales: existen para servir al capital. Algunas personas dicen que el capitalismo se puede arreglar. Hablan de hacerlo más ecológico, más igualitario o más democrático. Pero eso es imposible. El capitalismo no es un sistema de codicia: es un sistema de leyes, contratos y propiedad. No se puede «regular» para que sea justo. Los intentos de reforma fracasan, se revierten o se convierten en nuevas formas de explotación. Los comunistas rechazamos el capitalismo por completo.
No queremos mejores jefes. No queremos jefes. No queremos salarios más justos. Luchamos para acabar con la esclavitud salarial. No queremos una mejor distribución. Queremos acabar con la propiedad privada por completo.
El comunismo significa un mundo en el que la producción es para satisfacer las necesidades, no para obtener beneficios. Donde las comunidades planifican juntas. Donde el trabajo es compartido y voluntario. Donde el racismo, el sexismo, las fronteras y la explotación en general no tienen ningún papel ni razón de ser.
Esta visión no es un sueño. Es una necesidad. El mundo bajo el capitalismo está muriendo: por la guerra, por el colapso climático, por la desigualdad. Solo acabando con el sistema desde sus raíces podremos construir algo nuevo. No queremos gestionar el capitalismo. Queremos acabar con él.
