Communist Manifesto / Manifiesto Comunista

[ESPAÑOL ABAJO]

According to the Communist Manifesto, by Karl Marx and Friedrich Engels, history is fundamentally shaped by class struggles between oppressors and the oppressed. Societies are organized into various hierarchies and social ranks, with one class holding power and the others facing subjugation. These conflicts often end either in revolutionary restructuring or the mutual ruin of the opposing classes.

Historically, each society has had its own form of class struggle: in ancient Rome, patricians oppressed plebeians and slaves; in medieval feudalism, lords held control over serfs. In the modern age, this pattern has continued in capitalist society, which, while different from feudalism, has not eradicated class antagonisms. Instead, capitalism simplified these conflicts into a more straightforward division: the bourgeoisie (the capital-owning class) and the proletariat (the working class). Capitalism, in Marx and Engels’ view, arose from the remnants of feudal society but reconfigured social power around capital.

The bourgeoisie, through global trade, colonial expansion, and industrialization, reshaped society in pursuit of profit. As capitalism developed, it created an unprecedented global economy, revolutionized production with technological advancements, and concentrated wealth and power. By establishing markets around the world, the bourgeoisie disrupted traditional economies and ways of life, imposing a system where production and consumption are interconnected globally.

Capitalism’s rise, however, led to new forms of exploitation and a continuous reorganization of social relations. The bourgeoisie had replaced feudal obligations and personal relationships with a society driven by self-interest, profit, and “cash payments.” Social roles and professions became commodities, with individuals valued for their economic productivity rather than inherent worth. This relentless drive for profit brought about social instability, as old values, religious beliefs, and societal structures were swept away by capitalist enterprise.

As industrialization progressed, capitalism transformed the nature of labor and further alienated the proletariat. Workers, once artisans with specialized skills, were reduced to factory laborers performing monotonous tasks dictated by machinery. They became “appendages of the machine,” losing individual character and facing worsening conditions, stagnant wages, and longer hours. The working class, due to its large numbers and exploitation, was destined to become increasingly aware of its collective power and shared interests.

The development of capitalism is inherently self-destructive. Capitalism relies on constant growth, which periodically leads to crises of “overproduction,” where the goods produced exceed market demand, leading to economic downturns. Each crisis grows in intensity, throwing society into disarray and underscoring capitalism’s instability. To overcome these crises, the bourgeoisie seeks new markets or further exploits existing ones, creating even greater instability and exploitation.

This cycle of crisis and growth intensifies class struggle as the proletariat becomes organized, forming unions and movements to fight for better wages and conditions. Eventually the proletariat will organize politically to overthrow the bourgeoisie. Unlike previous ruling classes, the proletariat has no interest in perpetuating property-based oppression since their conditions only improve by dismantling private property altogether.

The manifesto concludes with a call to action for the proletariat to recognize its revolutionary potential, overthrow the capitalist system, and establish a classless society. Only by abolishing private ownership of the means of production can true social equality and freedom be achieved, bringing an end to historical cycles of oppression and exploitation.

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[TRADUCCIÓN PROVISIONAL]

Según el Manifiesto Comunista , de Karl Marx y Friedrich Engels, la historia está determinada fundamentalmente por la lucha de clases entre opresores y oprimidos. Las sociedades se organizan en diversas jerarquías y rangos sociales, en los que una clase ostenta el poder y las demás se enfrentan a la subyugación. Estos conflictos suelen acabar en una reestructuración revolucionaria o en la ruina mutua de las clases enfrentadas.

Históricamente, cada sociedad ha tenido su propia forma de lucha de clases: en la antigua Roma, los patricios oprimían a los plebeyos y a los esclavos; en el feudalismo medieval, los señores controlaban a los siervos. En la era moderna, este patrón ha continuado en la sociedad capitalista, que, aunque diferente del feudalismo, no ha erradicado los antagonismos de clase. En cambio, el capitalismo simplificó estos conflictos en una división más directa: la burguesía (la clase propietaria del capital) y el proletariado (la clase trabajadora). El capitalismo, en opinión de Marx y Engels, surgió de los restos de la sociedad feudal, pero reconfiguró el poder social en torno al capital.

La burguesía, a través del comercio mundial, la expansión colonial y la industrialización, reconfiguró la sociedad en busca del beneficio. A medida que se desarrollaba, el capitalismo creó una economía global sin precedentes, revolucionó la producción con los avances tecnológicos y concentró la riqueza y el poder. Al establecer mercados en todo el mundo, la burguesía trastocó las economías y formas de vida tradicionales, imponiendo un sistema en el que la producción y el consumo están interconectados globalmente.

Sin embargo, el auge del capitalismo dio lugar a nuevas formas de explotación y a una continua reorganización de las relaciones sociales. La burguesía había sustituido las obligaciones feudales y las relaciones personales por una sociedad impulsada por el interés propio, el beneficio y los «pagos en efectivo». Los roles sociales y las profesiones se convirtieron en mercancías, valorándose a los individuos por su productividad económica más que por su valor inherente. Este implacable afán de lucro provocó inestabilidad social, ya que los antiguos valores, creencias religiosas y estructuras sociales fueron barridos por la empresa capitalista.

A medida que avanzaba la industrialización, el capitalismo transformó la naturaleza del trabajo y alienó aún más al proletariado. Los trabajadores, antaño artesanos con conocimientos especializados, quedaron reducidos a obreros de fábrica que realizaban tareas monótonas dictadas por la maquinaria. Se convirtieron en «apéndices de la máquina», perdiendo el carácter individual y enfrentándose a condiciones cada vez peores, salarios estancados y jornadas laborales más largas. La clase obrera, debido a su gran número y a su explotación, estaba destinada a ser cada vez más consciente de su poder colectivo y de sus intereses compartidos.

El desarrollo del capitalismo es intrínsecamente autodestructivo. El capitalismo se basa en el crecimiento constante, que periódicamente conduce a crisis de «sobreproducción», en las que los bienes producidos superan la demanda del mercado, lo que provoca recesiones económicas. Cada crisis crece en intensidad, sumiendo a la sociedad en el caos y subrayando la inestabilidad del capitalismo. Para superar estas crisis, la burguesía busca nuevos mercados o explota aún más los existentes, creando una inestabilidad y una explotación aún mayores.

Este ciclo de crisis y crecimiento intensifica la lucha de clases a medida que el proletariado se organiza, formando sindicatos y movimientos para luchar por mejores salarios y condiciones. Finalmente, el proletariado se organizará políticamente para derrocar a la burguesía. A diferencia de las clases dominantes anteriores, el proletariado no tiene interés en perpetuar la opresión basada en la propiedad, ya que sus condiciones sólo mejoran desmantelando por completo la propiedad privada.

El manifiesto concluye con un llamamiento a la acción para que el proletariado reconozca su potencial revolucionario, derroque el sistema capitalista y establezca una sociedad sin clases. Sólo mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción podrá alcanzarse la verdadera igualdad social y la libertad, poniendo fin a los ciclos históricos de opresión y explotación.

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